A vosotros,…
hijos de los tiempos de guerras y de iras,
impulsivos como cascabeles delirantes
rientes con la risa tonta de las horas banales…
También a vosotros,
de ojos inmensos y misterios indescifrables,
piel canela de otras latitudes,
jóvenes hermosos, algunos con la inocencia casi perdida,
a otros, que musitáis rencores
sin acertar en la diana
y apuntáis contra palomas de pecho descubierto,
acelerando en el atropello vuestra propia derrota.
Aquí, despunta la gentileza,
la altura refrescante de los que aún tenéis sueños.
Al lado, asoma la ironía,
allí el nihilismo que no acierta con su nombre,
allá el sarpullido de planes para después de la clase,
música que acompaña los pies que bailan,
gracia en las pulseras, el collar, en el rizo del pelo, en el estudiado descuido
del pantalón caído…
Vosotros, jóvenes de la última vanguardia,
que os enturbiáis a veces, demasiadas, con la espuma del cachi,
en alcobas con o sin límite,
en el ritmo frenético de los viernes,
¿qué hacéis justificándoos en la impuesta paradoja del registro, la contabilidad y el programa,
sometidos al engañoso canto bífido de la sirena?
A vosotros, os invito
a poner rumbo a Ítaca,
a descubrir la plácida esencia del agua,
a sentir las palpitaciones del corazón del corzo,
a cubrir la cabeza con la luz de la nieve,
a empapar las telas de la entraña con la lluvia que aún queda de la infancia
a agitar las piernas en el ejercicio del físico
de un cuerpo que os dará muchas alegrías.
Os invito,
A valorar el amor con que se os ama
a sopesar la cadencia de las palabras,
a sentir hondamente la voz que os llega
que no os juzga,
que se conduele del voraz engaño que os engulle
cuando os queréis sacudir la responsabilidad
el lote que os toca como a todos
en el ondulado discurrir de la vida.
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